"La tierra fue dada para todo el mundo y no sólo para los ricos" |
miércoles, 18 de enero de 2012 | |
Por Alfredo Losada Suárez.
Año 0, invierno: Un matrimonio vagabundea por las calles de Belén
(Palestina), a la búsqueda de un techo, un lugar para dormir y dar a luz
al niño que está en el seno de la mujer, María. Son rechazados en
varios sitios, hasta el punto de que tienen que 'ocupar' un espacio que
no estaba siendo usado.
Bueno, sí por animales, pero no por personas. En la casa no había sitio para más gente, es decir, nadie aceptó acoger a la parturienta. ¿Qué sitio podría usar? Sí, el comedero de los animales de carga, de burros, bueyes y vacas. Y en la noche, nace Jesús, el Salvador del mundo, el Dios que se hace presente en nuestra existencia. Lo hace pobre, rechazado, alejado de las personas, a la par que las bestias del campo. La Palabra se hace Vida… por voluntad de Dios.
Vida y muerte a nuestro alrededor, abajarse para permitir que Jesús acampe. Tenemos espacio para los demás? O, lo que es lo mismo, tenemos espacio en nuestras vidas para Dios? Se dice que tenemos derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecutada, pero 173 familias como la de José Manuel perdieron su casa cada día en España a causa del impago de la hipoteca o el alquiler, durante el primer trimestre de 2011. Quizás el poder político y el económico, encabezado por el sector bancario, no estén muy de acuerdo con que los poderes públicos regulen el uso del suelo de acuerdo al interés general para impedir la especulación, pero eso es lo que dice el artículo 47 de la Constitución, en concordancia con la Declaración Universal de los Derechos Humanos (artículo 25). Habrá, de las persoas que llegaran hasta aquí leyendo, quien piense: 'bueno, si dejamos que la gente viva donde quiera, ¿dónde está la propiedad privada?' Ya el papa Pablo VI comentaba en la encíclica Populorum Progressio: “Se sabe con qué firmeza los Padres de la Iglesia precisaron cuál debe ser la actitud de los que poseen respecto a los que se encuentran en necesidad: «No es parte de tus bienes —así dice San Ambrosio— lo que tú das al pobre; lo que le das le pertenece. Porque lo que fue dado para el uso de todos, tú lo apresaste. La tierra fue dada para todo el mundo y no sólo para los ricos».” Y por si acaso no quedara claro, acaba: “Es decir, que la propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto.” Por lo tanto, prima el derecho de los pobres sobre el derecho a la propiedad, lo cual obliga a la persona a elegir entre la fraternidad y la riqueza. Como recoge Juan Pablo II en la Laborem Exercens, la propiedad no es un absoluto: “La tradición cristiana no sostuvo nunca este derecho como absoluto e intocable. Al contrario, siempre lo entendió en el contexto más amplio del derecho común de todos a usar los bienes de la entera creación: el derecho a la propiedad privada como subordinado al derecho al uso común, al destino universal de los bienes.” ¿Para qué los bienes, la casa? La propiedad no puede nunca valer para servir de acomodo y buena vida, olvidándonos de los otros, sino que debe servir para luchar para hacer de este mundo una casa fraterna, de la eucaristía una mesa compartida donde quepamos todas las personas, en especial los 'anawim', los pobres, los preferidos de Jesús. |
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